Cerró los ojos la sacerdotisa, inclinó la cabeza y se metió un centímetro de mi polla en su boca. Solo ese poquito. Quería recorrerla a cámara lenta, degustarla. Yo apreté los dientes: si en ese momento, en lugar de sentir sus labios bajando hacia mis huevos con exasperante lentitud, me la hubiera agitado un par de veces con la mano, me habría corrido ahí mismo. En su santísima cara. Así que esperaba que Sarah mantuviera la constancia.
La vestal había dejado de besarme para quitarse la túnica. Tomó mi mano y la llevó hasta su sexo. Yo quería acariciarla, mover mi dedo anular entre sus labios, que lo mojara el vello, tupido y plateado, que los cubría. Pero Odrah tenía prisa. Me agarró la muñeca y, con violencia, intentó meterse mi mano entera en su coño. Al principio fue este el que ofreció una natural resistencia -estaba lubricado, sí, pero aún no tan abierto- luego fui yo el que tiré de mi brazo en la dirección contraria.
⸻Castígame ⸻me pidió ella.
⸻Yo no te voy a castigar.
Recordé a Ashia exigiéndole a aquel enano que la penetrara por el culo con más fuerza. Recordé los hilos de sangre que empapaban los muslos de aquella otra sacerdotisa en la habitación del hotel.
Vaya con el Culto al Ciervo de la Escarcha.
Vaya mierda.
A pesar de los labios de Sarah, que acababan de superar el meridiano de mi polla, perdí la erección.
⸻No, no, no ⸻la vestal se arrodilló y empezó a lamer el jugo que tenía en mis dedos. Parecía a punto de llorar ⸻No, no, no.
⸻Al final, la vas a hacer más daño tú que yo ⸻me dijo Sarah.
Me habría gustado parar para que alguna de las dos me explicara en qué lado de la línea debía situarme, pero la sacerdotisa no me dio esa tregua: tiró de mis pantalones y de mis boxers hasta que fueron un manojo de tela alrededor de mis tobillos, luego se metió mi polla, mi flácida polla, junto con mis huevos en la boca. Todo a la vez, todo en un bocado. Cerré los ojos, incliné la cabeza a un lado, volví a abrirlos para mirar a Odrah. Justo en ese momento, Sarah me introdujo un dedo en el ano. Entró húmedo, con un poco de fuerza al principio (me hizo un pequeño desagarro con la uña) pero solo fue una leve molestia antes de que empezara a excitar mi próstata con movimientos circulares. Mi polla volvió a inflarse y de un golpe salió de la boca de Sarah como hacía un rato había salido de mis pantalones. La sacerdotisa se puso en pie y se bajó las bragas. Me las ofreció con el brazo extendido. Con mi mano izquierda en la polla, agitándola despacio, y mi mano derecha revolviéndose en la boca de la vestal, me incliné para oler, besar, chupar la ropa interior de la sacerdotisa.